Para muchos de nosotros nuestro primer acercamiento a la pornografía fue subrepticio, a escondidas: echando un vistazo a la copia de una revista Playboy de alguien o viendo una videocinta robada de algún hermano mayor.

Actualmente, sin embargo, el porno está en cualquier lado; cualquiera puede entrar a internet y acceder a este con pocos clics. Las cifras son asombrosas: según información de la Asociación Psicológica Estadounidense, los índices de consumo de pornografía están entre 50% y 99% en los hombres y entre 30% y 86% en las mujeres.

Una regulación propuesta en California podría requerirles a los actores de porno que usen condones cuando están grabando. Esta consideración no solo promueve el sexo seguro en el set entre los actores, también animará a los espectadores del porno para que sigan el ejemplo en casa. Pero los condones no son la única manera de proteger la seguridad de los actores o asegurar que el porno que les llega a los consumidores es de un estándar superior.

De hecho, una tendencia en auge en la creación de películas para adultos —conocido como el porno ético— está cambiando la manera en que el contenido erótico es hecho y consumido.

“Si ponemos el porno en perspectiva y lo usamos como una fantasía adjunta, puede ser benéfico”. El porno de él, el dolor de ella: confrontando el pánico al porno de los estadounidenses con charlas honestas sobre sexo. Pero con esta aceptación creciente llega una tolerancia al material mediocre. Como la mayoría de contenido publicado en línea, los sitios de internet que ofrecen porno gratis operan en términos de búsquedas y clics. No son creados bajo el modelo de “crear y ellos vendrán”, sino en cambio bajo el modelo de “hacer más de lo que el público ya está consumiendo y a lo que le hacen clic”.

 Este acercamiento crea un círculo vicioso: en lo que hacemos clic es en lo que ya está hecho, y lo que ya está hecho es lo que genera clics.

Aunque el promedio de duración de una visita de porno está en promedio en 9 minutos, muchos hombres y mujeres gastan más tiempo buscando algo interesante para ver.

“A veces puedo gastar dos horas en la noche buscando porno”, me dijo uno de mis pacientes. “No es porque sea adicto. Sólo estoy buscando algo que se sienta real”.